…Y la radio se convirtió en herramienta educativa
Desde luego, la culpa fue de José Vasconcelos. En su febril laborar como rector de la Universidad Nacional y luego como el primer titular de la Secretaría de Educación Pública, puso patas arriba muchas zonas de confort de las estructuras que aún quedaban del porfiriato y las que empezó a construir la joven revolución. Y fue entonces cuando se le ocurrió poner sus ojos en las invenciones que construirían el futuro de los mexicanos. Era inevitable que la radio lo atrajera.
Terrenos sin usar, templos, colegios y conventos a los que los liberales decimonónicos no les dieron mejor uso que bodegas y cuarteles, se convirtieron en centros de educación en cuanto Vasconcelos les puso la mano encima, y sería su empuje el que lograría convertir un cementerio fracasado y clausurado, el viejo Panteón General de la Piedad, en el asentamiento de la escuela que él soñaba como modelo para todo el país, el Centro Escolar Benito Juárez, que tenía todo lo que pensaba Vasconcelos, eran los espacios esenciales para una educación de primerísima calidad, desde un patio grande para las clases de educación física y las tablas gimnásticas que durante décadas fueron parte de la vida escolar, hasta salones para clases de danza, teatro al aire libre y una enorme biblioteca que también debía funcionar como sala para conferencias y proyecciones cinematográficas. Todo lo mejor, todo lo novedoso, debía ir a dar a los planteles que la Secretaría de Educación Pública. Pero no bien la radio empezó a sentar sus reales en la vida de todos los días, Vasconcelos empezó a meditar en sus posibles aplicaciones para beneficiar a niños en edad escolar y a los adultos que ya no tenían cabida en esos nuevos planteles que, por añadidura, se empezarían a construir muy lentamente.
LOS VIENTOS POLÍTICOS Y LA SEMILLA SEMBRADA
No fueron muy largas las meditaciones de Vasconcelos acerca de las posibilidades de la radio. Pero era ya 1924, traía en la cabeza las muchas maniobras que debió realizar para dejar andando la construcción del Estadio Nacional -también en los terrenos del Panteón de la Piedad, donde se terminaba la entonces joven colonia Roma y empezaba a nacer la colonia Roma Sur-. La rebelión delahuertista había sido aplastada, y Álvaro Obregón se preparaba para entregarle la presidencia a Plutarco Elías Calles.
En sus memorias, Vasconcelos escribiría después que recibió una insinuación de parte de Obregón: ¿no querría quedarse otros cuatro años al frente de la SEP? Después de todo, ¡quién sabe quién lo sucedería y quién sabe lo que ocurriría con aquel sueño! Pero Vasconcelos asegura que era una maniobra de Obregón: todo el nuevo gabinete sería gente suya y así podría seguir ejerciendo el poder por encima de Calles. Rechazó la oferta porque no le gustaba la intriga -eso dijo- y porque en el gabinete seguiría su detestado “Pansi”, el famoso Alberto J. Pani que había sido canciller y secretario de Hacienda.
El proyecto educativo de Vasconcelos se terminó en el verano de 1924, pero había dejado algunos proyectos en el tintero y otros en marcha, que había sabido negociar y dejar montados. Entre esos planes estaba el área de Extensión Educativa por Radio, que operaría la estación CZE, y que comenzó sus transmisiones el 30 de noviembre de 1924, justo con el cambio de un gobierno a otro. No sería Vasconcelos el que desarrollaría el nuevo proyecto, sino su sucesor, Bernardo Gastelum, el que afrontaría el reto de hacer de la radio un instrumento educativo.
LA CZE, ¡AL AIRE!
Vasconcelos, ocupado en su regreso a la política, debió esbozar una sonrisita maliciosa cuando, el primer día de diciembre de 1924, se supo que el proyecto radiofónico marchaba y marcharía. Lo iba a encabezar una mujer a la que él había designado, y que, fuera porque a nadie se le ocurrió la importancia que el asunto iba a cobrar en el futuro, fuera porque en realidad no era cosa demasiado segura que siempre se contara con recursos para el proyecto radiofónico, o fuera porque a las fieras revolucionarias que andaban en la grilla no les pareció un botín apetitoso, nadie se interesó por quedarse con la dirección de aquel asunto, de manera que la periodista María Luisa Ross Landa continuó al frente de lo que en los documentos de la SEP se llamaba Extensión Educativa por Radio.
Aquella área dependía directamente de las oficinas superiores de la secretaría, es decir, Ross Landa solamente reportaba al secretario, a su oficial mayor y al subsecretario. Era una dependencia más bien pequeña, pues solamente tenía una sección administrativa, con una mesa de correspondencia, y otra educativa con una mesa “de transmisiones”. A Ross Landa le reportaba también la Sección Técnica de Radio del Departamento de Enseñanza Técnica.
Así que la nueva estación educativa era más bien pequeña, pero con una estructura completa. Con eso empezó a trabajar.
¿Y LOS CONTENIDOS?
El informe que al finalizar la presidencia de Plutarco Elías Calles rindió la Secretaría de Educación Pública, reconoció que, al tomar posesión del ministerio, en diciembre de 1924, en lo que tocaba a la estación de radio, “todo estaba por hacer”. Como encima tenían la advertencia administrativa, esa que nunca falta, consistente en lograr “el mejor éxito con la mayor economía”, empezaron a desarrollar una estructura y un diseño de contenidos que, mirándolo cuidadosamente, no hubiera cambiado si efectivamente Vasconcelos hubiera continuado al frente de la SEP, porque esos contenidos se dividieron es cuestiones educativas y labores artísticas, y la parte educativa empezó a retomar algunos de los conceptos que la secretaría había desarrollado en sus primeros meses de vida. Así, se empezaron a planear “cursos sintéticos elementales” de Incorporación Cultural Indígena, de Pequeñas Industrias, de Perfeccionamiento para Maestros de Divulgación Científica e informativa general.
La parte de Labores Artísticas, aparentemente, lo tuvo más sencillo: quiso desarrollar elementos de Cultura Estética. Divulgación de Bellas Artes y Propaganda y muchos conciertos de lo que llamaron “música cultural”.
Resulta interesante lo que aquel informe dejo establecido como su declaración de principios: la CZE aspiraba a “hacer del conocimiento de millares y millares de aficionados extranjeros, que solo nos conocían bajo aspectos falsos o deformes, un concepto real favorable de la cultura del pueblo mexicano y procurarles un conocimiento más exacto de nuestros valores científicos y literarios”.
Aunque la estación comenzó a operar el 1 de diciembre de 1924, en realidad los primeros dos meses fueron “de experimentaciones técnicas”, y de estar armando y rearmando la estructura original.
FRACASOS, CURSOS Y MÚSICA
Quien escribió el informe de 1928 no se hacía muchas ilusiones, y también admitió que, a pesar del entusiasmo por la radio que se remontaba a 1921 y 1922, en los hechos, la invención no pasaba se seguir siendo un “admirable juguete”, porque en realidad había muy pocas emisoras, y cuando la CZE empezó a transmitir, se dieron cuenta de que el público radioescucha era más bien pequeño, entre otras cosas porque el mercado de los aparatos receptores todavía estaba en pañales, y porque la música popular en vivo resultaba más atractiva que las lecciones de Estética.
Pero en la CZE no se dieron por vencidos. A fuerza de intentar y fracasar, de escribir y reescribir cursos, lograron ¡dos años después! en 1926, generar lo que llamaron “el primer curso reglamentado”.
Por lo que alcanzaron a determinar mediante la interlocución con el público, aquel curso fue un éxito: se desarrolló entre la oficina de la dirección de radio, es decir, María Luisa Ross Landa, y las profesoras de la Escuela Nacional de Enseñanza Doméstica.
Como no se conocía otro formato, el curso constó de 14 “conferencias” tituladas “Cómo formar una buena ama de casa”. Los entusiasmados informantes de 1928 aseguran que el curso fue todo un éxito.
Poco a poco, la CZE se hizo de fama, y se supo que se le escuchaba fuera de México. Una organización llamada Comité Internacional de Radio la escogió para ser la emisora representante de nuestro país para el desarrollo de pruebas interoceánicas, de modo que la CZE se escuchó en Europa, para emoción de aquella pequeña área de la SEO.
Esos pequeños éxitos beneficiaron al equipo. Les aumentaron el personal, ¡les contrataron un pianista, un profesor de gimnasia y dos maestros organizadores de conciertos! No obstante, seguía siendo poca gente, pero el afán de mantener la operación obligó a la CZE a armar un horario laboral de diez horas: de 8 de la mañana a la una de la tarde, y de tres de la tarde a las 8 de la noche. Nada mal para unos principiantes. Emisoras hubo que solamente transmitían por las mañanas, o por las tardes.
En 1928 sobrevino un recorte importante -¡qué raro!- de recursos, cuando la CZE había pedido, precisamente más dinero y más personal. Tuvieron que disminuir la copiosa correspondencia que sostenían con radioescuchas de todo el país y con algunos extranjeros, pero no se amilanaron. Sentían que habían cumplido con “haber inculcado ya en el aficionado mexicano el hábito de recibir instrucción por radio”, y para demostrarlo, tenían los registros: los radioescuchas se apersonaban en las oficinas de la CZE y se inscribían en el curso que les interesaba.
Con ese sistema, la CZE impartió entre 1926 y 1928 quince cursos que recordaban los contenidos de la legendaria revista El Maestro: Economía Doméstica, Medicina y Cirugía de Urgencia, Agricultura, Apicultura, Trabajos en Papel Crepé, Cultura Física, Historia, Geografía, Perfeccionamiento para Maestros, Higiene de la Boca, Cultivo del Canto y Canto Coral. Se ufanaron mucho de su curso de Radiotelefonía por Radio, para emocionar a los radioescuchas e iniciarlos en los mecanismos de transmisión. Dieron clases de cocina todas las mañanas, de las once a la una de la tarde, y lograron averiguar que los escuchaban diariamente ¡Tres mil mujeres!
Nada mal para unos principiantes. Tuvieron altas y bajas, periodos de interrupción y vuelta al aire. Poco a poco el proyecto prosperó, tuvo ideas muy avanzadas, fue casa de grandes talentos. La CZE hoy se llama Radio Educación.